Eclipsados

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¿Usted cree que en una población aislada y con elevadísimos índices de pobreza como La Guajolota, donde apenas llega el alimento, llegarán también unas gafas de protección contra el Eclipse?

Columna de Saúl Macías

Algo que no ha logrado ningún gobernante, hoy lo está haciendo el universo (o Dios, o la naturaleza, o el destino o cómo le quiera usted nombrar). Durango está por primera vez (realmente) en los ojos del mundo.

“El cielo se oscurecerá y los animales enmudecerán”, dicen cientos de publicaciones copiadas y pegadas de unas a otras páginas en las redes sociales. Nos quieren dar a conocer la magnitud del suceso en boca de muchos y comprendido por unos cuantos. Queremos ser partícipes, aunque sea desde la palabra, del místico momento. Ante la cuenta regresiva, el fulgor se intensifica y es evidente la urgencia de muchos por asumir ese rol protagónico que una posición geográfica hoy nos concede.

Más que poner un micrófono y una cámara frente a las personas y captar en esos instrumentos sus ideas y sentimientos, mi trabajo en esencia consiste en escuchar y entender. Y voy entendiendo que el Eclipse es una especie de boleto de lotería ganador para unos cuantos. Pero al mismo tiempo entiendo con decepción lo excluidas que están las mayorías de todo lo positivo (y negativo) que este suceso conlleva.

Desde el 2012, Sebastián González Arcos es un experto en eclipses, desde Chile dirige una empresa dedicada a la difusión científica del fenómeno y los artículos para proteger a los seres humanos de sus efectos adversos. Logré entrevistarlo durante la gira que realiza por la llamada “zona de totalidad”, que abarca estados como Sinaloa, Coahuila y Durango. Sebastián advierte algo fundamental que resumo: Se quiere aprovechar el eclipse, detonar con él el turismo y poner la mirada sobre Durango, pero se está dejando de lado a quienes viven aquí, en la zona donde ese día el cielo se oscurecerá repentinamente.

¿Usted cree que en una población aislada y con elevadísimos índices de pobreza como La Guajolota, donde apenas llega el alimento, llegarán también unas gafas de protección contra el Eclipse? ¿Imagina una charla científica días previos al evento en una localidad como San Pedro de Azafranes, en la elevadísima sierra de Otáez? Y, sin ir tan lejos ¿Pagaría un humilde padre de familia de la sureña colonia Constitución cinco gafas de 50 pesos para los cinco miembros de su familia, con el salario mínimo que acumula a la semana?

En escuelas públicas de educación básica pasa algo igual de preocupante. En la Primaria Moisés Sáenz, ubicada en el margen del centro de la capital, apenas se han difundido escuetos comunicados dirigidos al personal docente en los que con poca claridad la Secretaría de Educación del Estado instruye a tomar medidas de precaución. El eclipse ocurrirá justo el día de regreso a clases después del periodo vacacional de Semana Santa. Previamente no hay capacitaciones ni una instrumentación precisa para encaminar a padres de familia y alumnos a disfrutar el fenómeno y presenciarlo responsablemente. Los maestros están preocupados, tienen que manejar la situación “como Dios les dé a entender”, tal y cómo están acostumbrados a hacerlo en casi toda situación extraordinaria.

Son ellos los eclipsados. Hablamos de miles, o cientos de miles, con más exactitud… desde niños pequeños, hasta ancianos… en escuelas, colonias populares y entre praderas y montañas. No solo son ausentes en la emocionante fiesta previa al evento, también son excluidos de las medidas que deberían velar por su integridad. El eclipse nos está enseñando mucho pero, de nuevo, no lo indispensable: visibilizar a quienes están en la sombra.

Saúl Macías es un periodista originario de Durango, México. Acumula 12 años de trayectoria en televisión, radio, medios impresos y digitales. Productor y conductor de la serie documental El Otro Durango. Actualmente codirige el proyecto periodístico EUSKERA.