A lo largo de más de siete décadas, la Feria de Durango ha transitado de pequeñas celebraciones populares a un evento de gran escala que concentra expresiones culturales, actividades económicas y espectáculos masivos. Hoy, bajo el nombre de Feria Nacional Francisco Villa, el festejo refleja no solo el crecimiento de la ciudad, sino también los cambios sociales, políticos y económicos que han transformado a la región.
SAÚL MACÍAS
Durango, Dgo.- En Durango, basta que el cielo se llene de nubes pesadas para que alguien, con la sabiduría de quien ha vivido muchas ferias, anuncie: “ya viene la Feria”. Cada año, como un ritual inalterable, la temporada de lluvias trae consigo la promesa de música, luces y fiesta. Primero corre el rumor: el anuncio de los artistas de la Velaria circula en redes, en cafés, en las sobremesas familiares. Luego, los aguaceros empapan la tierra y despiertan en la ciudad una alegría contenida que se siente en el aire, en las calles, en las conversaciones. Sobre la carretera a Mezquital, los autos comienzan a formar ríos de luces hacia el recinto ferial, donde Durango se transforma y late más vivo que de costumbre. Aquí, la Feria Nacional Francisco Villa no necesita invitación oficial: se anuncia sola, en el aroma a tierra mojada, en la emoción compartida y en la memoria de generaciones que, año tras año, acuden al llamado de la fiesta más grande del estado.
Pero la historia de esta celebración no siempre fue así de grandiosa. Para entender su magnitud actual, hay que mirar hacia atrás, a aquellos primeros festejos donde la ciudad apenas se reunía en su corazón colonial para celebrar su origen.
La ciudad de Victoria de Durango, fundada el 8 de julio de 1563 por Francisco de Ibarra, ha celebrado su aniversario con diversas festividades a lo largo de los años. En 1922, la XL Legislatura del Estado aprobó la realización de actividades para conmemorar la fundación de la ciudad. Sin embargo, fue en 1945 cuando, mediante un decreto, se establecieron oficialmente las fiestas del 8 de julio como celebración estatal.
Estas celebraciones iniciales eran modestas, consistiendo en verbenas populares que incluían poesía, música y eventos culturales en la Plaza de Armas. La comunidad se reunía para honrar la historia de la ciudad en un ambiente de convivencia y tradición.
NACIMIENTO DE LA FERIA: INSTITUCIONALIZACIÓN DE UNA TRADICIÓN
En 1950, bajo la gestión del gobernador Enrique Torres Sánchez, se autorizó la realización de la primera feria oficial en Durango. Este evento marcó el inicio de una tradición que crecería con los años, consolidándose como una celebración anual en honor al aniversario de la ciudad.
La feria se convirtió en un espacio donde se promovían las tradiciones locales, la cultura y la economía regional, atrayendo a visitantes de diversas partes del país.
EVOLUCIÓN Y EXPANSIÓN: NUEVOS RECINTOS Y MAYOR ALCANCE
A lo largo de las décadas, la feria cambió de sede en varias ocasiones para adaptarse al creciente número de asistentes y actividades. Desde la Plazuela Baca Ortiz hasta el Parque Guadiana y la Plaza IV Centenario, cada ubicación reflejaba la expansión y popularidad del evento. En 1971, se trasladó a la ciudad deportiva, ubicada en la salida a Mazatlán, donde permaneció por varios años.

Estos cambios permitieron la inclusión de nuevas atracciones, como exposiciones ganaderas, eventos deportivos y presentaciones artísticas, enriqueciendo la experiencia de los asistentes.

MODERNIZACIÓN: INAUGURACIÓN DEL CENTRO ESTATAL DE CONVENCIONES Y FERIAS
En 2006, durante las festividades del 443 aniversario de la ciudad, se inauguraron las actuales instalaciones de la feria: el Centro Estatal de Convenciones y Ferias. Este recinto, ubicado sobre la carretera a Mezquital, ofrece una superficie siete veces mayor que las anteriores instalaciones, brindando espacios cómodos, seguros y modernos para los visitantes.

Con áreas como la Velaria, el Palenque y el Centro de Exposiciones, la feria pudo albergar eventos de mayor envergadura y atraer a artistas de renombre nacional e internacional.
RENOMBRAMIENTO: HOMENAJE A FRANCISCO VILLA
En años recientes, la feria adoptó el nombre de Feria Nacional Francisco Villa, en honor al revolucionario Doroteo Arango, conocido como Pancho Villa. Este cambio no solo rinde tributo a una figura emblemática de la historia mexicana, sino que también refuerza la identidad cultural de Durango y su conexión con el legado revolucionario.

El nuevo nombre ha sido bien recibido por la comunidad, que ve en él una forma de preservar y celebrar su historia y tradiciones.
DIVERSIDAD DE ACTIVIDADES, UN EVENTO PARA TODOS
La Feria Nacional Francisco Villa ofrece una amplia gama de actividades para todas las edades e intereses. Desde conciertos en la Velaria y el Palenque, hasta exposiciones ganaderas, eventos deportivos y muestras gastronómicas, la feria se ha consolidado como un espacio de encuentro y celebración para los duranguenses y visitantes.
Además, se realizan actividades culturales como danzas folclóricas, charreadas y presentaciones de artistas locales, promoviendo el talento y las tradiciones de la región.

IMPACTO ECONÓMICO Y SOCIAL: MOTOR DE DESARROLLO REGIONAL
La feria no solo es un evento cultural, sino también un importante motor económico para Durango. Genera empleos temporales, impulsa el turismo y promueve la economía local al atraer a miles de visitantes cada año. Además, fortalece el sentido de comunidad y orgullo entre los habitantes, al ser un espacio donde se celebra la identidad y las tradiciones duranguenses.
El evento también sirve como plataforma para que emprendedores y artesanos locales exhiban y vendan sus productos, contribuyendo al desarrollo económico de la región.
PERSPECTIVAS FUTURAS: HACIA NUEVAS GENERACIONES
Con más de siete décadas de historia, la Feria Nacional Francisco Villa continúa evolucionando para adaptarse a las nuevas generaciones y contextos. Se espera que en futuras ediciones se incorporen tecnologías digitales, prácticas sustentables y una mayor inclusión de expresiones culturales contemporáneas, asegurando así la relevancia y vitalidad de esta celebración en los años venideros.
La feria sigue siendo un símbolo de la rica herencia cultural de Durango y un testimonio de la capacidad de la comunidad para preservar y renovar sus tradiciones.
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