México, otra vez en el abismo

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VICEVERSA

Por Saúl Macías

Otra vez, México amanece con sangre en el pavimento y silencio en los pasillos del poder.
Ximena Guzmán, secretaria particular de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, y José Muñoz, asesor, fueron asesinados en plena Calzada de Tlalpan. No era de noche. No fue en una colonia marginada. Fue a plena luz del día y en el centro de la política nacional. Y aunque lo nieguen, aunque lo maquillen, este crimen marca un antes y un después.

Pero no solo por el hecho en sí, sino por lo que representa: el fracaso de las estrategias, la descomposición institucional, y, sobre todo, la normalización brutal de la violencia. La pregunta ya no es “¿qué pasó?”, sino “¿ahora a quién le tocó?”. Nos convertimos en testigos pasivos, y eso —nos guste o no— también es una forma de complicidad.

Las autoridades condenan, abren carpetas, prometen justicia. Pero nadie cree. Porque mientras lanzan discursos, los cárteles gobiernan calles, las balas dictan agendas, y la información se diluye entre filtros, vocerías y teorías. La desinformación ya no es falla: es política pública.

En tiempos así, cuando la muerte ocupa portadas con tal frecuencia que ya ni duele, uno se pregunta: ¿qué queda? ¿A dónde correr cuando todo arde? Mi respuesta, quizás ingenua, quizás desesperada: el arte. La cultura. El libro que te rescata. El mural que te grita. La canción que te recuerda que estás vivo.

Pero ese refugio también está en ruinas. Lo han dejado morir lentamente, no a balazos, pero sí por abandono. Sin presupuesto, sin políticas serias, sin espacio en la agenda. Porque a los malos gobiernos no les interesa un pueblo que piense, que cree, que imagine. Les basta con que vote… y que olvide.

México, una vez más, está en el abismo. Y si no gritamos, si no nos abrazamos a lo poco que queda de sensatez, este país no solo será ingobernable. Será inhabitable.

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